• EL INE ENCUBRIRÍA GRAVE CASO DE HOSTIGAMIENTO SEXUAL Y LABORAL CONTRA UNA DE SUS TRABAJADORAS.
• DEMANDA CON PERSPECTIVA DE GÉNERO –QUE SE VENTILA ANTE TEPJF– SEÑALA AL ACTUAL DIRECTOR DEL SECRETARIADO DEL INSTITUTO COMO PRESUNTO RESPONSABLE.
• LA DENUNCIA TAMBIÉN SE PRESENTÓ ANTE LORENZO CÓRDOVA, PERO ÉSTE LA HABRÍA IGNORADO. LA DEFENSA DE LA VÍCTIMA BUSCA LLEVAR EL CASO A INSTANCIAS PENALES.
PARTE 1 de 2.
Por: Nancy Flores.
“Al momento de levantarme se me acerca. Yo traía [puesto] un vestido. Lo levanta, me mete la mano y me empieza a tocar. Me dice que le debo un favor. La verdad sí me impacté mucho. Le dije que no. Que se esperara”, narra Karla, mientras seca las lágrimas que han brotado de manera involuntaria.
Pero su jefe, el licenciado Jorge Eduardo Lavoignet Vásquez –director del Secretariado del Instituto Nacional Electoral (INE) –, no se detuvo. Su mano seguía ahí, lastimándola, en la que era apenas la primera de muchas agresiones que Karla vivió –durante 2 años– en una institución del Estado mexicano que cuenta con un Protocolo contra la violencia sexual.
El 18 de octubre pasado, Karla denunció ante el propio consejero presidente del INE, el doctor Lorenzo Córdova Vianello, los hechos. Pero como respuesta a su carta –en la que narraba la violencia sexual y laboral a la que fue sometida– fue que presentara “la denuncia formal” para poder iniciar una investigación interna, consta en el oficio DEA/INV/SDO/040/2017, firmado por el licenciado Bogart Montiel, director Ejecutivo de Administración del Instituto.
Antes de ello tocó otras puertas donde, se suponía, asisten a las víctimas de hostigamiento sexual y laboral, pero también le fueron cerradas.
EL PRIMER ATAQUE.
Karla recuerda bien la primera vez que su jefe la agredió sexualmente. Antes de eso, y durante 1 año, su relación fue cordial y profesional. Pero esa vez le retiraba –como podía– la mano que se aferraba a ella, esquivando su ropa interior. “Me dijo que a él nadie lo hacía esperar. Que para todo llegaba el momento. Salí furiosa de su oficina. Llorando”.
La reunión ocurrió justo antes de que venciera su primer contrato por honorarios. “Me mandó llamar para preguntarme cómo estaba, cómo me estaba desempeñando”. Todo parecía normal: él le ofreció otro contrato temporal para “ayudarla”. Luego vino el ataque.
Mientras escudriña sus recuerdos, la joven de 33 años de edad lleva sus manos de un lado a otro, las entrelaza, las separa y las lleva al rostro para secar sus mejillas. “Pensé: ¿quién me va a creer? Él es el jefe. Y no dije absolutamente nada. Me quedé callada”.
Madre de una pequeña y en situación de viudez, de la noche a la mañana Karla se vio atrapada en un abismo. El primer chantaje vino por la renovación de su contrato, porque ella estuvo ahí durante su primer año por recomendación de una tía y no por méritos propios, según le dijo Lavoignet. Pero luego fue por el ofrecimiento de la plaza, por lo bien que se desempeñaba y lo bonita que es.
Uno de sus anhelos, sin duda, era tener estabilidad laboral, así que Karla aceptó la plaza de auxiliar jurídico en la Dirección del Secretariado, lo que implicó trabajar en la misma área que Lavoignet Vásquez. “Ahí ya me hizo obligatorio el cobro del favor”.
Cuando la mandaba llamar, él se cobraba con tocamientos cada vez más agresivos, hasta que eso no le bastó y le exigió tener relaciones sexuales a cambio de su permanencia en el trabajo. Para entonces, Karla se había vuelto a casar pero aún se encargaba de sus gastos y los de su pequeña hija. Y al fin tenía una plaza.
“Quizá por miedo a las consecuencias de decirle que no o por no tener mis convicciones firmes, no sé por qué pero me dio tanto miedo decirle que no. Era algo que yo no quería hacer… Tal vez por no perder mi trabajo, pero accedí.”Tener intimidad con su jefe sólo escaló la violencia.
“Para él, todas las mujeres somos putas y somos objetos y la manera en que me trató fue humillante”, dice, entre sollozos. Y permanece en silencio por un momento.“Para mí fue la última vez y así se lo hice saber. Pero no le importó: cada vez que entraba a su oficina, porque me pedía que hiciera labores de secretaria, me empezaba a tocar y quería que se repitiera”.
EL HOSTIGAMIENTO
La psicóloga Alejandra Buggs Lomelí, directora del Centro de Salud Mental y Género, explica a Contralínea que cuando la agresión viene de un superior y no de un par –compañero o compañera de trabajo, estudiantes, novios o novias, donde no hay jerarquía– es hostigamiento sexual y no acoso. Ambos tipos de violencia, señala, implican tocar a la persona y lastimar su integridad y dignidad a nivel sexual.
El Protocolo para prevenir, atender y sancionar el hostigamiento y acoso sexual o laboral del INE también lo establece así: “el hostigamiento sexual es el ejercicio del poder en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en los ámbitos laboral y/o escolar”. Se expresa en conductas verbales, físicas o ambas, relacionadas con la connotación lasciva”.
Lo primero que afecta el hostigamiento crónico, detalla la doctora Buggs Lomelí, es la autoestima: “la mujer se va a sentir humillada, pues hay un ataque a su dignidad en todos sentidos, y en su integridad como persona”.
La experta en el tema refiere que las víctimas –aunque no todas– desarrollan el síndrome de indefensión aprendida: de tan crónico que es el hostigamiento o el acoso, la mujer se siente literalmente incapaz de defenderse. Y es que, dice, “llega un momento en el que ya no reconoce los recursos que en algún momento llegó a tener”.
Esos recursos van desde decirle a un compañero o compañera de trabajo lo que le está pasando hasta tomar acciones legales contra el agresor. “Aunque sepa que lo puede hacer, le cuesta mucho trabajo llevarlo a la acción porque ya está muy afectada, incluso, en la capacidad de percibir qué es lo que le está pasando, y si es correcto o no”.
Durante los 2 años que Karla vivió el hostigamiento sexual de su jefe sólo le contó a un compañero de la Oficialía Electoral. “Ya no podía más, ya no podía con las exigencias constantes del tipo, con lo que me decía, que me tocara cada que entraba a su oficina… Ya no podía. Sentía mucha la traición hacia mi persona y hacia mi pareja”.
SENTIMIENTO DE CULPA
La sicoterapeuta Buggs Lomelí explica que, muchas veces, la mujer se siente culpable. “Por cómo maneja el agresor la situación, siente que ella lo generó. Es tan fuerte que afecta no sólo la autoestima sino también la percepción de la mujer, y le genera mucha ansiedad”.
Y describe lo violento que resulta su cotidianidad: es una mujer que tiene que trabajar porque lo necesita y no es fácil encontrar trabajo.
Así que de lunes a viernes o de lunes a sábado o a domingo, sabe que seguramente se va a ver invadida y agredida, por lo que está en permanente angustia y ansiedad. Ese miedo y estrés aumentan cada vez que el hostigador le solicita hacer un supuesto trabajo en su oficina o cubículo.
Agrega que las víctimas, además, experimentan culpa, depresión, insomnio y desesperación, porque quieren salirse de ese espacio violento. En ocasiones, cuando intentan encontrar otro trabajo y no lo logran, sienten mucha frustración.Pero eso no es lo peor.
En los casos más graves y crónicos, explica la psicoterapeuta, algunas mujeres llegan a tener ideas suicidas, intentos de suicidio y hay quienes sí se quitan la vida.
LAS ENFERMEDADES
Las personas sometidas a hostigamiento o acoso sexual no sólo ven afectada su salud mental y emocional, sino también su salud física. La experta en estudios de género Alejandra Buggs refiere que el nivel de estrés en la víctima es muy alto.“Esto les afecta mucho: pueden empezar a somatizar y tener gastritis, colitis, dermatitis, neurodermatitis, porque el estrés es muy fuerte. Saben que cada día van a estar en riesgo.”
A los 2 años del hostigamiento, Karla somatizó: en agosto de 2017 le dio una parálisis facial, cuyos estragos aún son perceptibles en su boca. Era el clímax de la violencia a la que fue sometida: las presiones del licenciado Lavoignet para que “pagara su deuda” con favores sexuales, pero también diversos castigos laborales infligidos incluso por otro subordinado.
Por instrucciones del director del Secretariado del INE, Karla debía cubrir la mayoría de guardias. “Éramos varias personas en el equipo, ¿entonces por qué sólo a mí me ponía de guardia? Su particular [Jorge Garza Talavera] decía que eran instrucciones del licenciado”.
Ello implicaba que Karla saliera pasadas las 10:30 de la noche. “En los alrededores del Instituto es muy peligroso, porque asaltan mucho y no me pagaban el taxi. Se supone que el INE está obligado a mandar en taxi a los trabajadores que salen después de las 10 de la noche y no me querían pagar”.
Para ella era insostenible ya la situación. “Discutí muy fuerte con Garza y me dio la parálisis facial: se me fue la boca por completo. Garza me dijo: ¡Hártate.
Mejor vete a vender tacos!”La doctora Buggs Lomelí explica que la mujer hostigada o acosada se presenta a su trabajo sin saber si va a lograr lidiar con el agresor y zafarse de esa situación. “A veces buscan estrategias para que esa persona no se acerque a ellas”.Esas estrategias incluyen enfermedades.
En octubre de 2016, Karla se incapacitó por 2 semanas. “Un día me iba a sentar y mi silla se fue para atrás y yo caí como lápiz y me lastimé la cabeza. Los paramédicos me sacaron de la oficina, me llevaron al hospital y, por el golpe, se me inflamó el cerebro”.
Pero las presiones contra la auxiliar jurídica no cesaban ni siquiera por humanidad, e incluyeron la aplicación constante de exámenes que medían su coeficiente intelectual.
Ella asegura que era el secretario de Lavoignet Vásquez quien le hacía las pruebas. “Me decía que era tonta o que mi respuesta era lenta y que él necesitaba una persona que pensara rápido”.
EL DESPIDO
La parálisis facial marcó el destino de Karla tanto en el (INE), como en su propia familia, ahora destrozada. Pues, pese a tener la plaza, su trabajo le fue arrebatado por el mismo hombre que la contrató y la sometió a los constantes abusos sexuales.
“Cuando estaba de incapacidad me llamó Garza para decirme que el licenciado Lavoignet me iba a cambiar a un trabajo por honorarios; que le dejara la plaza por el bien de mi salud”.
Al final de la ríspida discusión telefónica, el secretario particular la citó a la oficina del titular del Secretariado. “Y fui. Aún tenía muy chueca mi boca. Y me dice [Lavoignet]: ‘¡Mira nada más cómo estás! Primero te caes y ahora esto de la parálisis… Ya no te aguanto… Así no me sirves. No sirves para nada’.
“Le supliqué que respetara mi trabajo, pero como acababa de llegar una nueva compañera me dijo que las nalgas que le interesaban eran las de ella. Y me corrió de su oficina”, asegura Karla, sin poder contener el llanto.
Preocupada por la amenaza, regresó a trabajar aún en los días de incapacidad. “Al otro día que llegué, me mandó llamar a su oficina y me dijo: ‘Ten dignidad. No estoy a gusto contigo.
No te quiero ver aquí’”.La joven madre persistió en sus funciones unas jornadas más, pero una vez resueltas las labores más urgentes le fue impedida la entrada. “Garza me interceptó en la explanada y me preguntó: ‘Qué haces aquí; ya se te dijo que aquí no tienes lugar y no te voy a permitir la entrada’”.
Karla tocó fondo. Devastada, intentó meter una queja por hostigamiento sexual y laboral ante la Unidad Técnica de Igualdad de Género y No Discriminación, pero le pidieron pruebas de su dicho: un video, una grabación de audio, fotografías…
Pero la doctora Buggs Lomelí señala que los agresores sexuales siempre se esconden: estas personas buscan espacios sin testigos. “En el ámbito laboral seguramente el agresor llama a la persona a su oficina, la cierra y ahí es donde acosa a la mujer, cuando no hay testigos”.
Echada del trabajo, Karla buscó asesoría legal. El primer abogado que consultó le recomendó seguir por la vía del Protocolo para prevenir, atender y sancionar el hostigamiento y acoso sexual o laboral del INE. Pero ella ya no tenía esperanza por esa vía pues, sospecha, ahí encubren a su jefe.
Así que buscó otro abogado, ahora era un amigo que conoció en el propio Instituto. Éste le recomendó ir al Tribunal Electoral. Ahí, supo que estaba obligada a contarle a su esposo todo lo que terminaría ventilándose en el juicio. “No reaccionó de una manera positiva porque yo lo había traicionado. Y ahora estamos separados”. CONTINUARA PROX. EDICION.